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19 abril, 2024

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Balas van, balas vienen

Hablar de la violencia se ha vuelto el pan de cada día. Es por mucho el tema de sobremesa en todos los niveles sociales. En las convenciones, en las ponencias, en los palacios municipales, en los despachos de gobierno, en los mercados, en las fonditas, en las casas de los cancunenses. En todos lados.

Que el Ruso, que el baleado, que el ejecutado, que el descabezado o descabezada, la embolsada, el acribillado, el degollado, la balacera, la persecución. Ya parece la Lotería Mexicana.

Tanta violencia nos rodea que nos ha hecho indolentes. Ya no sorprende a nadie.

Hemos dejado de ser críticos sociales para pasar a ser testigos apáticos de una sociedad que se destruye a sí misma.
Vemos y hablamos en pláticas de café, pero no actuamos de ninguna manera para contrarrestar lo que a todas luces está mal.

Todos sabemos que los políticos no hacen su trabajo con cabalidad, pero cada vez menos críticas reciben, porque persiste el miedo a quedar mal con el que manda.
No es callando las cosas como se benefician a los gobiernos, hay que decir las cosas como son.

Hay que poner el dedo en la llaga y hacer una autoevaluación empezando con uno mismo.
Es necesario que todos miremos nuestra cola, y veamos en nuestra casa qué tanta violencia permitimos que suceda, qué tanta violencia dejamos que toque a nuestros hijos, qué tanto hacemos para evitar ciudadanos violentos, qué tanto construimos mentes capaces de defender los derechos ciudadanos.

Tenemos una sociedad podrida porque hemos sido capaces de autodestruirnos, y ahora no sabemos reconstruirnos.
La tarea está muy difícil pero hay que empezar con algo. Es necesario que los gobernantes llamen a cuentas a sus subalternos que no están haciendo su trabajo y en materia de seguridad abandonar de plano la simulación.

Lo que pasó con el ruso sólo es un ejemplo de lo que la sociedad está viviendo, no hay que sorprendernos de la capacidad de un ser humano de ser cruel, es innato, los humanos somos violentos y autodestructivos, pero también, al menos algunos, tenemos cierto grado de inteligencia, que no debe de seguir siendo insultada con el monstruo de la banalidad gubernamental, con el cinismo, con las mentiras públicas, que hablan de una ciudad en calma.

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Tenemos una ciudad teñida de rojo y policías teñidos de oropel. Es urgente que el gobierno tome las riendas y, primero que nada, que haga que estos señores que se dicen funcionarios de la seguridad pública de verdad funcionen. Hoy en día no lo hacen y el dejar de hacer, pone en entredicho su honestidad.
Los corruptos deben de ser perseguidos y lapidados sin contemplaciones. Hay quienes hacen más daño a Cancún desde el gobierno, que los insultos que puede escupir un ruso.

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