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6 mayo, 2024

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Ernesto Laguardia, gran anfitrión

Columna por Raquel Bigorra

Estuvimos juntos, disfrutando en Valle, con todo y chamacos.
Qué familia tan bella la de Ernesto Laguardia. Paty, su esposa, es lo máximo. Nos invitaron a su casa en Valle de Bravo y entrando por la puerta mi hija hizo un berrinche de aquellos. Pasamos al cuarto de Barbarita, la hija mayor de ellos, y La Rafaella por no quererse cambiar de ropa, se me puso súper punky. Paty, después de criar a los chamacos y como bien me dijo: “A los 23 años ya tenía a los 3”, es toda una experta. Agarró a mi hija y en dos segundos me la cambió de ropa y hasta le puso una camiseta de Santiago, el más cariñoso de la familia.

Nos recibieron con tamales dulces, típicos de Valle, y unos de pollo en salsa verde que preparó la suegra de Ernesto. Merengues, fruta, gelatinas… en la mesa no cabía tanta comida. Sacaron unos atolitos de guayaba calentitos que yo me tomé como 4 tazas. Estaba todo delicioso.

Una vez que cargamos pilas nos fuimos monte adentro. Ernesto agarró la moto y se aventuró a cruzar un par de ríos, mientras Paty, los niños y yo, íbamos disfrutando del paisaje en un carrito 4×4 de lo más original. La Rafaella estuvo muy apapachada por Barbarita, la hija mayor, quien la invitó a jugar en su casita de muñecas. Emiliano el más chico, le sacó unos juegos de mesa para entretenerla y Santi, mi favorito, no dejó de darle besos y tratar de contentarla cada vez que a mi hijita se le metía el chamuco.
Los chavos estuvieron beso y abrazo toda la tarde. Barbarita le dio la mano a Rafaella y le enseñó el bosque y a cruzar los charcos, en lo que los hermanos se subían río arriba, saltando las piedras. Mi hija se sentía soñada con sus botitas de goma, gozando la naturaleza.

Llovió un poco y la esposa de Ernesto y todos los miembros de la familia Laguardia Rodríguez, ni se enteraron. En cambio, mi marido y yo regresamos con una gripa que todavía no salimos. Y eso que lo que nos cayeron fueron 3 horas de agua. “Ya estamos mayores”, le tuve que confesar a Paty una vez que me dijo que se le hacía muy raro que tuviéramos tos, si ni nos habíamos mojado.

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