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7 mayo, 2024

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Eventos desafortunados

La nueva adaptación de Una serie de eventos desafortunados llega a Netflix con una cautivadora y enigmática esencia.

Resulta complejo definir el tono de una serie de televisión donde la adversidad y el infortunio adornan con verdadera gracia una ambientación digna de una película de Wes Anderson; sin embargo, Una serie de eventos desafortunados, la más reciente adaptación de la saga homónima de 1999, es un producto audiovisual que edifica con simpatía una esencia única, que se encuentra colmada de ingeniosos guiños metatextuales.

Con una temporada inicial de ocho episodios, la serie construye una atmósfera moderna en la que adapta los primeros cuatro tomos de la saga de libros para niños de Daniel Handler –firmada bajo el seudónimo Lemony Snicket—. Una serie de eventos desafortunados es una tragicomedia que, a pesar del tono optimista, no titubea en presentar con total crudeza las catastróficas desdichas de los huérfanos Baudelaire.

A lo largo del camino, la serie se convierte en un paseo que se desliga cada vez más de su filme antecesor (Silbering, 2004). Una travesía cuyo mayor acierto es revelar diversos elementos sobre el misterioso pasado de los padres Baudelaire, lo cual cimienta el suspenso que la cinta nunca logró definir en su totalidad.

Además, la figura de Lemony Snicket como narrador omnipresente es una pieza que otorga perspicacia y frescura; mientras que la actuación de Neil Patrick Harris como el Conde Olaf y la paleta de colores pasteles brillantes hacen de esta serie un producto digno de ser visto.

Así, lo que en ocasiones resulta redundante para aquellos que disfrutaron en el pasado de esta alucinante progresión de calamidades tiende a transformarse en una revisión interesante de la historia que, sin duda, aún posee múltiples aristas.(Autora: Astrid García)

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