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4 mayo, 2024

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La guerra eterna

Para los miembros de la ultraderecha, tan acendrada en grupos como “el yunque” panista –una sociedad secreta en apariencia cuyos ritos obligan a iniciaciones cargadas de fanatismos encendidos–, no hubiese habido mejor regalo que modificar los fastos del bicentenario de nuestra Independencia

Rafael Loret de Mola

Para los miembros de la ultraderecha, tan acendrada en grupos como “el yunque” panista –una sociedad secreta en apariencia cuyos ritos obligan a iniciaciones cargadas de fanatismos encendidos–, no hubiese habido mejor regalo que modificar los fastos del bicentenario de nuestra Independencia para posponerlos, precisamente, al 27 de septiembre, considerando el paso de ciento noventa y cinco años hasta este 2016, para conmemorar la toma de la ciudad de México por parte del ejército trigarante. El fondo de la cuestión es que con ello exaltarían la figura compleja de Agustín de Iturbide, cuyas donaciones a la Iglesia de aquella época fueron tan cuantiosos que un poco más de resistencia le habría colocado en un nicho al lado de los santos mexicanos, el primero de los cuales Felipe de la Cruz, a quien consideran el primer mártir mexicano pero no de la Colonia miserable sino de la represión en Asia en 1576. Cuando el “emperador” se creyó el cuento de imponerse en México ya el santo era honrado.

En las escuelas privadas con maestros religiosos, aún hoy se habla maravillas del “verdadero padre” de la Insurgencia en una tergiversación severa de los acontecimientos. Y cada vez se menciona menos a San Felipe de Jesús, perseguido y muerto por los antiguos fundamentalistas que profesan otra fe.

Resumiendo, la confrontación permanente entre liberales y conservadores, con apuntes favorables a los primeros cuando se repasa la historia patria, llegó al punto de disponer de los personajes claves como si de piezas de ajedrez se tratara, como si con ello fuera posible convertir en antihéroes a los primeros desde la perspectiva de los segundos, esto es con la mayor superficialidad concebible. Para mal, claro, la derecha entronizada en el poder en 2000 y mantenida en ésta durante doce años más el tiempo que dure el continuismo actual, no fue capaz de convocar a una revisión profunda de los hechos para poner a cada quien en su lugar.

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