Quintana Roo ha sobrevivido a la frivolidad de sus gobernantes, también a sus incapacidades.
A diferencia de Veracruz donde el gobierno de Javier Duarte colapsó los mínimos de calidad de vida, hizo retroceder a la sociedad, en nuestro Estado ni los huracanes han podido causarnos ese daño.
Voltear a ver hacía otros Estados es un ejercicio sano para poner en perspectiva lo que podemos destruir con la desidia presente en Cancún, con los 117 muertos que Remberto Estrada lleva a sus espaldas, con los negocios cerrados, con el miedo como constante social.
En Chiapas, que nos manda a casi todos nuestros trabajadores de la construcción, la pobreza abarca un 77 por ciento. O sea, que solamente una tercera parte de la población tiene satisfechas sus necesidades.
¿Cuántas historias hemos oído de conciudadanos que “llegaron con una mano detrás y otra adelante” y hoy comparten el desarrollo de Quintana Roo?
De una entidad que sobrevivió a la peor crisis monetaria a imaginar, que logró con el gobierno de Carlos Joaquín, con Juan Vergara a quien criticaron tanto, reestructurar la deuda en un tiempo tan corto que hoy el flujo de dinero oficial es norma, y no excepción como vivimos el sexenio pasado.
Y oficialmente se habla de un “daño patrimonial”, el gobierno pasado, de 11 mil millones de pesos.
Quintana Roo es la entidad número dos en generación de empleo, lo que también supone un inmenso reto para darle servicios a esa población que viene, precisamente, en busca del empleo que no encuentra en otras partes del país.
Empleo que, además, pone suficiente pan en la mesa porque estamos entre las nueve entidades del país con mayor ingreso por hogar.
Es decir, en pocas palabras, que todavía podemos vivir bien en nuestro Estado.
El gobierno de Carlos Joaquín cumple un año esta semana. Y deberá informar de estas realidades que a ratos se nos olvidan entre tantas noticias de “Nota Roja”. Por sobre todo deberá informar que Quintana Roo no se le desbarató entre las manos.
En Quintana Roo, tendría que decir, hemos sobrevivido a casi todo.
Ahora el problema inmenso que debemos afrontar es la inseguridad. La incapacidad y la corrupción de la policía municipal de Cancún, la inexistencia de otras policías municipales que solamente han servido para refugiar a “cuates” de Félix González. La falta de policías en la Fiscalía y en la Secretaría de Seguridad Pública, tanto en número como en preparación. Ese es el desastre que venimos arrastrando: La falta de capacidad de las policías.
Lo que no se compone de la noche a la mañana, pero también lo que puede significar el peor desastre para Quintana Roo, peor que un huracán categoría 5. Porque la impunidad es el peor caldo de cultivo para la violencia y el crimen.
Para eso se necesita dinero, mucho dinero. Y voluntad política de todos los responsables que hoy por hoy, basta mirar hacia Cancún, Cozumel o Puerto Morelos, están más interesados en los tiempos electorales que en el municipio que gobiernan.
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