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19 abril, 2024

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La secretaria Robles y un caballo

Columna por Julio Hernández López

El sábado reciente, casi a las seis de la tarde, la secretaria Rosario Robles Berlanga colocó en su cuenta de Twitter (@Rosario_Robles_ ) cuatro fotografías que le merecieron más críticas que elogios: “Les presento a Marte. Es hermoso!!!!” (https://goo.gl/K6BNy1 ).

En dos de las gráficas aparece en solitario el presentado Marte, un caballo negro de gran porte, y en otras dos el mismo cuadrúpedo, pero tomado y acariciado por la actual titular de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), quien antes fue, en el mismo gabinete federal de Enrique Peña Nieto, secretaria de Desarrollo Social (Sedesol), específicamente encargada de combatir la terrible marginación y pobreza de millones de mexicanos.

Las imágenes compartidas por la secretaria Robles son de corte campirano: piso firme, empedrado; vivienda de interés socialmente alto, un enrejado lateral que parece ser la caballeriza y camionetas de lujo. No hay ninguna constancia de que Marte sea propiedad de la funcionaria federal ni, en dado caso de que sí lo fuera, de que su adquisición tuviese algún tufo de ilegalidad.
Pero tampoco Robles negó tal suposición de que el fino cuaco fuera suyo, frente a airados comentarios de tuiteros, de los cuales a continuación se reproducen algunos: @RafaBentata : “Luego se quejan de la credibilidad en el gobierno y el PRI @EPN @EnriqueOchoaR @ruizmassieu muchos mexicanos sin comida y ella con caballos”; @LuisGerman2011 : “Presumiendo los regalitos o robando del erario o lavando $$$”; @AndreaGranLeon : “Tan linda presumiendo el caballito, mientras la mayoría de los mexicanos muriéndose de hambre… WTF.. Sigan haciéndose más ricos”; @alfsinudet : “Vanidosa, cínica y traidora. Y además, simuladora e ineficiente. Ay, Rosario, qué vergüenza!” y @DomSerna: “Todo el tweet está mal.. señora secretaria y su decencia?”.
El episodio sabatino del caballo, el rancho y la encumbrada política que pasó al peñismo desde la izquierda (fue jefa sustituta del gobierno capitalino y presidenta del comité nacional perredista), ilustra de manera menor, anecdótica, pero diáfana, la impudicia que ha caracterizado a muy buena parte del grupo que tomó el control de la nación en 2012.

La mayoría de quienes hoy ocupan los principales cargos de gobierno están imbuidos de un espíritu de pandilla, en el que todos defienden a todos, y en especial el jefe de ese grupo a quienes estén en problemas. Célebre fue aquella frase: “Rosario, no te preocupes; hay que aguantar”, dicha por Enrique Peña Nieto en abril de 2013 a la entonces titular de la Sedesol, acusada por el Partido Acción Nacional, con pruebas documentales y grabaciones, de usar recursos asistenciales para apoyar al PRI en Veracruz, en entendimiento con el gobernador Javier Duarte de Ochoa.

No se preocupa Gerardo Ruiz Esparza por el socavón de Cuernavaca ni por el desastre nacional en las carreteras a causa del contratismo corrupto impuesto desde las oficinas gubernamentales. No se preocupa Miguel Ángel Osorio Chong y por ello se le ha vuelto rutinaria una retahila discursiva para prometer que lo que queda de administración sexenal frenará la violencia desatada, restaurará la seguridad pública e impulsará castigos a los delincuentes. No se preocupa el canciller, Luis Videgaray, por la conversión de su cargo en una extensión de los intereses de la Casa Blanca (la de Washington). Ni él, y el secretario de economía, Ildefonso Guajardo, y los “comisionados” para la renegociación del Tratado de Libre Comercio, ante las evidencias de que el interés nacional será sacrificado y ciertos intereses particulares serán protegidos.

Y, para no seguir con los ejemplos de quienes hoy se mantienen en cargos públicos, véase cómo tampoco se ha preocupado, hasta ahora, el amigo Emilio Lozoya Austin, puesto bajo los reflectores de escándalo por las revelaciones brasileñas respecto a sobornos que la empresa Oderbrecht le habría entregado al entonces director de Pemex.

La desvergüenza institucionalizada, que se funda en la convicción de la impunidad garantizada, ha llegado en mal momento al equipo político que, luego de una asamblea nacional priista (también sabatina) radicada en otro México, se alista para designar a un candidato a la continuidad en Los Pinos.

Emilio Lozoya está dando ejemplo, pues no es el único, ni el peor, de los modelos administrativos que han sido dominantes a lo largo del peñismo. Salió del cargo por conflictos con el siempre poderoso Luis Videgaray, pero no necesariamente porque los actos de corrupción hubiesen escandalizado a alguien y se hubiera emprendido alguna acción judicial en su contra.

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De hecho, a estas alturas (la impudicia como marca), el gobierno de amigos se ha negado a iniciar algún tipo de acciones que le muestren preocupado por los hechos atribuidos a Lozoya, aún cuando pareciera inevitable que algo se haga, como sucedió en el caso del otro amigo, Duarte de Ochoa. En todo caso, el propio Lozoya ha dado un primer paso, al anunciar que emprenderá acciones legales contra quienes le atribuyen actos de corrupción.

La exhibición del expediente de Lozoya golpea en estos momentos a la franja dominante en el peñismo, la de los tecnócratas encabezados por Videgaray, en la que militan José Antonio Meade Kuribreña y Aurelio Nuño, las dos cartas más beneficiadas por la ruptura de “candados” estatutarios en la reciente asamblea priista. No es que Videgaray, Meade o Nuño hubieran participado de las maniobras que se atribuyen a Lozoya, pero el estilo y la conducta de éste corresponden al patrón general que se ha preferido durante el período de preeminencia de la tecnocracia, consolidado durante la presidencia de Miguel de la Madrid y subsistente hasta ahora, cruzando sin problemas la docena trágica del panismo en Los Pinos.

Y, mientras en Nueva York se manifiestan contra Donald Trump, su palabrería envenenada y sus políticas desquiciadas, ¡hasta mañana!

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