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24 abril, 2024

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Narco-ciudad

Alegan algunos que la vieja ciudad blanca, Mérida, es una de las urbes más “seguras” del país. La tesis se asienta en el hecho de que los índices de criminalidad son bajos en comparación al resto de la República.

Por desgracia, la explicación del fenómeno no es feliz: se ha convertido a la maravillosa urbe, otrora repleta de palmeras y veletas, en refugio de las familias de los cárteles más conocidos desde la triste época del cacicazgo del extinto víctor cervera, uno de los peores mexicanos que he conocido.

Para colmo, los responsables del Ayuntamiento de Mérida, han sido especialmente cuidadosos para preservar el arribo de las narco-familias comprometiéndose a cuidarlas.

Lo hizo, claro, Angélica Araujo Lara, cercanísima a Ivonne Ortega Pacheco, pretensa precandidata presidencial luego de escalar posiciones a base de promover pijamas, y lo hace el actual alcalde, Mauricio Vila Dosal, quien ni siquiera es emeritense, caracterizado por reprimir a los trabajadores al servicio del municipio, altanero y majadero, además de prepotente, quien dice asegurar su candidatura al gobierno de Yucatán gracias a que físicamente “es tan bello” como peña nieto. A este grado de miseria humana hemos llegado.

Por cierto, el actual gobernador yucateco, se llama Rolando Zapata Bello, para evocar al peñismo que otorga prioridades para quienes, en vez de cerebro se presentan como títeres, en este caso de la ladrona yucateca Ivonne –el torbellino de mentiras–, mientras se le resbalan, con todo y bebé, a un presidente que ya no da más.

En fin, un paraíso para los narcos que podría convertirse, más pronto que tarde por desgracia, en un verdadero infierno para los yucatecos de paz.

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