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2 mayo, 2024

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Qué pena (II parte de II)

¿Por qué cambiar de placas? ¿Por qué los gobiernos se empeñan en hacer gastos innecesarios cuando la población está devastada de tanta inflación?

Las placas actuales son una vergüenza, no sólo porque son simples y deslucidas, sino porque nos harán recordar la triste realidad de nuestra economía estatal: un ex gobernador fugitivo, sin mancha criminal alguna, sin intensiones de probarle absolutamente nada; nos recordará que las arcas del estado están vacías, que la vida está cada vez más cara y que la justicia está muy lejos del pueblo.

La inversión que se hace cada determinado tiempo en generar nuevas placas es absurdo, es incoherente y poco viable para un país que sufre de crisis económica, aunque esta sólo este en su mente; porque aún en la percepción de la mente, se siente como si fuera de verdad.

El material de cada placa implica no sólo la compra del aluminio (1,865 dólares por tonelada métrica), implica las tintas, el diseño y la rotulación de la misma, la película reflejante y marca de agua. Es decir, que el desembolse por parte del gobierno es majestuoso, por lo que deberíamos de preguntarnos si es necesario; si nuestro Estado pese a ser uno de los que se ve beneficiado al tener una industria turística aún en boga, tiene que pagar por tal capricho de inversionistas y políticos ambiciosos.

¿Acaso no se puede legislar en éste sentido? Por supuesto que sí pero la voluntad por parte de los que ocupan las curules está enfocada en otras trivialidades absurdas, por ello es una pena que tengamos que cambiar de láminas, perder nuestro tiempo en la cola y sobre todo, despojarnos de una bella placa y obtener una vil porquería. ¿Usted qué opina?

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