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26 abril, 2024

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Un indignante “mal rato”

Una persona que se desempeña en el servicio público representa a un gobierno, figura intangible pero que cobra vida al momento que un habitante requiere de alguna cuestión específica y que solo el Estado a través del gobierno, y por ende de las y los servidores públicos, puede proporcionar. Por tanto, nunca se debe perder de vista que en el centro de esa función debe estar siempre la ciudadanía. Por ello, atributos como el conocimiento y la experiencia, no bastan; hace falta la sensibilidad para atender al público.

Los lamentables hechos del Socavón en el estado de Morelos, en donde perdieron la vida dos seres humanos, fue un evento trágico y, que, al margen de las cuestiones sobre la calidad de la obra, las omisiones y responsabilidades que condujeron a tal fatal desenlace, es muestra de la insensibilidad con la que algunas veces se conducen las autoridades respecto de hechos similares.

Las expresiones vertidas a propósito de este caso, por el Secretario de Comunicaciones y Transportes Gerardo Ruiz Esparza como “se rescató el vehículo Jetta del socavón en el Paso Express de Cuernavaca. Lamentablemente los dos ocupantes fallecieron” o “el mal rato que pasaron” son ejemplo de ello. No pensar en el sufrimiento ajeno, el de sus familiares, sus conocidos al referirse a la pérdida de vida como un segundo plano, es verdaderamente indignante.

Y así podríamos tomar muchos ejemplos más. Además, podemos mencionar que en las quejas por violaciones a derechos humanos no solo se producen por los actos u omisiones de los servidores públicos ante los organismos públicos defensores de estos derechos, sino por la inconformidad ante las actitudes con la que muchas veces se conducen quienes se encuentran en el servicio público.

Lo anterior refleja la lejanía que impera actualmente en nuestro país, entre ciudadanía y servidores públicos. El trabajo de escritorio y el número de atenciones que cada servidor público atiende diariamente, pueden ser abrumadores; no obstante, debemos rescatar esa proximidad con la gente, gente que puede estar sufriendo por innumerables causas y que acuden a las dependencias porque puede que en nuestras atribuciones esté la solución. Y aunque así no fuere, no podemos cerrarle las puertas. Necesitan ser escuchadas y orientadas, siempre con amabilidad, cordialidad y empatía por su situación.

La lección es que debemos es ciudadanizar a las instituciones, generar este encuentro y cercanía con la ciudadanía, no solo porque la Constitución nos mandata a conducirnos con respeto a los derechos humanos y la dignidad humana, sino porque es lo que demanda la situación actual.

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