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11 mayo, 2024

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Un periodista

México es declarado como el  lugar del mundo con mayor inseguridad para ejercer la libertad de expresión; la UE, EU, AL, así como el gobierno francés han emitido un comunicado sobre tan aberrante situación, e inmediatamente, la clase política salió a cacarear que: “No quedarán impunes…una profunda herida existe y se realizará un plan estratégico para combatir…”.
Los periodistas asesinados llevaban investigaciones ligadas a lo más fétido de nuestra sociedad: la narcopolítica que ha pasado a ser  simple y llanamente, la narcovida de miles de mexicanos que se han unido para obtener beneficios.
La narcovida convertida está, en el centro de atracción de periodistas así como de productores y artistas entre otros; los primeros por la denuncia y el ánimo de cambiar el país y los segundos por el deseo de representar las vidas de quienes consideran mejores que muchos servidores públicos. A los segundos no les asesinan ya que generan expectativas en la población de lo bueno que puede ser obrar de tal forma, además de generarse entradas millonarias por la creación de series sobre criminales que mucha gente gusta de ver.
Sin embargo, parece que el tipo de publicaciones que un periodista puede publicar no es del afecto de los amantes de la narcovida: les incomoda, les hostiga y entonces deciden terminar con la vida de esos valientes de la pluma.
La ironía es patética: en el país pocas veces se combate la impunidad, los discursos oficiales son conmovedores y las acciones judiciales son caricaturescas y con pocos resultados.  Un periodista vale nada y los actores son admirados al ejecutar la mejor narcovida televisiva. ¿Para qué matar a periodistas entonces?

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