Ya se han marchado algunos de los gobernadores marcados por sus nexos inconfesables; incluso se asume que alguno podrá tener futuro a la vera de tal o cual priísta pretencioso sin planteamientos de derrota; esto es, tan ciego como visceral. No hay pesquisas ni auditorías salvo en los casos del sonorense, y panista, Guillermo Padrés Elías, o medianamente respecto a Rodrigo Medina de la Cruz, de Nuevo León, azuzado por El Bronco cada vez más amancebado. Me dicen que en Campeche, igualmente, se ha procedido contra algunos funcionarios de la administración de Fernando Ortega Barnés.
Por lo demás, los saldos son bastante negativos. Y, además, ya están en alerta los Duarte, el de Chihuahua, César, por cuanto a extrañas inversiones con embaucadores españoles, y el de Veracruz, Javier, enlodado hasta lo más profundo por las desviaciones al erario y el monopolio de empresas atraídas por él. Dos casos de antología que, por las aparentes indagatorias de la PGR, pueden llevar al cadalso si antes los señalados, como ya pasó en el caso del chueco Mario Villanueva Madrid, de Quintana Roo, no huyen descaradamente y se esconden en alguno de los ranchos de sus cómplices… yucatecos.
Y falta Coahuila, cuyo destino habrá de discernirse el próximo año. Humberto, el delincuente detenido en España y soltado sin explicaciones, quiere volver a la gubernatura por la vía de un partido fantasma, “Jóvenes”, una condición que ya le es lejana. Sin pudor político ni moral, tan sería una afrenta para todos los mexicanos con cargo a los coahuilenses que permitieran tal asalto por cobardía. Mientras los Moreira juegan a la casita, miles de familiares de las víctimas de los delincuentes alzan las voces: han aparecido, en fosas clandestinas por toda la entidad conteniendo más de siete mil huesos, los restos de cuatrocientos cincuenta y ocho cadáveres.
