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18 abril, 2024

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Mi encuentro con Diego El Cigala

Columna Daniel Bisogno

¡Está temblando! ¡Esa es la alarma sísmica! Esto fue lo primero que me vino a la mente cuando me despertó una alarma a las 2:30 am. Ya después, con un gas atravesado por el susto, me percaté que era mi despertador del teléfono, pues había que pararse a esa hora ya que por fin, después de varios meses de chinga extrema, tengo una semana de vacaciones.

Esta vez, contraria a mis vacaciones pasadas, donde cargué con toda la familia, hasta con la nana de mi niña, esta vez decidimos rifárnosla e irnos únicamente los tres, Cris, mi bebé y yo, una semana a una playa donde no hubiese nadie, para no hablar con la gente. Así que estuvimos buscando destinos y escogimos una de las semanas más bajas del año para cumplir con nuestro objetivo: nos decidimos por Punta Cana en la República Dominicana. El vuelo de México hacia Panamá, donde forzosamente se tiene que hacer escala, salía a las 6 de la mañana, así que había que estar siquiera dos horas y media antes. Entonces, a las tres de la mañana ya teníamos en la puerta maletas y niña (bastante encabronada, por cierto) listas y esperando el UBER. Llegamos vía segundo piso con cientos de borrachos como obstáculos al aeropuerto justo a tiempo; todavía hasta me dio tiempo de tomarme fotos con algunas sinaloenses y unos tamaulipecos y llegamos al mostrador de Copa Airlines con carriola, maletas, niña y no sé cuántas cosas más.

Al fin aterrizamos en Panamá y tuvimos que esperar una hora y media el vuelo que nos traería hasta la República Dominicana. Cuando ya estábamos abordando, fuimos de los primeros en pasar al avión y de repente se escucha una voz que hablaba casi a gritos, ronco, con un pantalón y una camisa como de manta color negra, y reloj, anillos y muchas, muchas cadenas, todo de oro; una barba mitad negra y mitad blanca, una cola de caballo larga por melena. Se me hizo muy conocido y cuando entró al avión descubrí que era nada menos ni nada más que Diego Ramón Jiménez Salazar. Usted se preguntará ¿quién chingados es ese? Pues nada menos ni nada más que Diego El Cigala que se sentó justo detrás de mí en el avión.

Por él me enteré que siendo español de nacimiento, en el 2014 le dieron la nacionalidad dominicana, ya vive en Punta Cana. Esta historia continuará en mi próxima entrega de Desde el Averno. Solo les voy a adelantar la moraleja, y no dejen de leerla: “Si saliendo de México crees que te vas a escapar, ni lo piensen pues me acaban de chingar”. He dicho.

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